El Coronel Campos desconocía el hecho de que aquel sería su último día entre los mortales. 
Quizás fue a raíz de ese ignorado presagio que recordara tantas cosas en aquella mañana.
Campos se levantó poco antes de las siete tratando de enfrentar con espíritu deportivo los 
achaques de sus 88 años. La combinación de su avanzada edad con la lesión de columna 
producida durante un traslado en los años de prisión efectiva, sin duda alguna no ayudaba. 
Como pudo se vistió, rezo concentrado unas cuantas oraciones y se dispuso a tomar unos
mates usando aquella sencilla bombilla que con sobrada razón consideraba parte de su 
herencia familiar.
Dentro de poco cumpliría tres años de cautiverio en su propia casa. A estos años debía 
sumar 10 de Prisión efectiva en Marcos Paz y Ezeiza. Por eso a Campos le costaba recordar 
con precisión el día en que comenzó a vivir esta larga travesía.... es que algunas cosas se le 
van yendo de la cabeza, (esta vejez que no disimula, solía rezongar medio en broma para 
adentro). 
El Cnl. había nacido en la Capital de una Republica que entonces se ubicada entre las 10
primeras Naciones a nivel mundial. Había llegado al mundo un 09 julio, allá por 1.928 ...... 
no pudo ser mejor fecha decía contento desde chico. 
Su familia en aquel entonces estaba constituida por sus padres, Mario Alberto y Ema, y sus 
dos hermanos mayores. 
Campos apenas recuerda esos primeros años de vida en compañía de ellos en la calle Las 
Heras frente al Botánico. Lo que paso es que los Campos, cuando el tenía apenas ocho años 
sufrirían una importante pérdida. Su padre moría siendo joven a causa de una neumonía, 
quedando él y su madre muy solos, dado que sus dos hermanos ya se habían casado. Fue 
entonces cuando su hermano mayor, el Subteniente Mario Héctor Campos, tan responsable 
como generoso, le pidió a su madre, (junto a su esposa claro), que se mudaran con él al 
interior, al lugar en donde estaba prestando servicios. Y así fue que entrelazadas las familias,
fueron saltando de pase en pase durante muchos años.
Campos pertenecía a una familia con un pasado construido por una larga lista de destacados 
militares. La historia se iniciaba con Martín Teodoro, padre de su bisabuelo Martín Benito, 
hermano mayor de Luis María y Gaspar Campos. 
El Cnl. nunca pudo recordar el año en que le nació la vocación. ¿Quizás fue por ello? ¿Quizás
había nacido con ella por un tema de transmisión genética en el ADN?
Y así fue que a los 17 años ingresó al Colegio Militar. Campos recuerda aquellos años de 
gustosos sacrificios, cuando siendo un hombre de a caballo se formaba como militar en su
querida arma de Caballería.
El Cnl. sonríe al recuerdo de su juventud; al recuerdo de aquellas largas maniobras y de
aquel sentir patriótico que lo invadía cuando se preparaba para defender a la Patria. 
Campos sonríe también al recuerdo de aquellos años de entrañable tejido de amistad, esa 
amistad sellada a fuego por el rigor de la condición de internos de los cadetes del Colegio 
Militar. A menudo también recuerda con nostalgia el día en que egresó como Subteniente;
sus primeros destinos; los años de estudio como cursante en la Escuela de Guerra y el paso 
de tantos soldados de la Patria por las filas de la fracción que cada año le toco comandar.
Un recuerdo muy preciado fue el de aquel primer honor que le otorgara el Ejército en merito 
a su apego al trabajo, su rectitud en la acción e intención, junto a sus condiciones
personales y profesionales. Hoy como ayer pocos oficiales son designados como Jefes de una 
fracción independiente con el grado de Mayor. Su joven espíritu festejó entonces cuando en 
1.967 lo designaran Jefe del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 9, Subunidad 
emplazada en el lejano, frio y querido Puerto Deseado.
Campos recordaba con marcado sentimiento los temporales de nieve y viento, la magnífica
ría, la sensación de inmensidad de la Patagonia y aquella cálida amistad generada con tanta 
gente de aquel valiente y austero pueblo austral.
El Cnl. de pronto se descubre en el espejo. Está intentando concluir con cierta dificultad su 
afeitada diaria. Le da entonces otra cebada al mate, ya medio tibio y más amargo, 
procediendo a tomar con escaso entusiasmo y convencimiento una serie de remedios
ordenados por su médico.
De pronto su cara va cambiando .... su mente rebelde trae sin permiso aunque sin 
resistencia una montaña de nuevos recuerdos. Entonces, se le achinan sus ojos mientras los 
pómulos de la cara endurecen .... ya le han dicho los médicos que evite estos momentos, pero 
él no siempre obedece. 
Campos se sienta en la modesta silla del cuarto asignado para su cautiverio. Esta dispuesto 
a aceptar el ingreso de aquellos tristes recuerdos, los de aquella larga lucha intestina en la 
cual participo como integrante del Ejército. Esa lucha impensable .... algo que nunca 
imaginó.
Es que el Cnl. se había preparado toda la vida para defender a su Patria de agresiones 
externas .... el nunca pensó que las circunstancias de la vida castrense lo enfrentarían al 
hecho de tener que defender a su País de una peligrosa agresión interna, nacida en su propio 
vientre. 
Los recuerdos entran en su mente octogenaria multiplicando varias veces los surcos de su 
curtida cara ... la recia mirada del militar se va empañando mientras recuerda con claridad 
cuando en el año 1.977 el Ejército le ordenó ocupar el cargo de Jefe de Operaciones de la 
Policía de la Provincia de Bs. As. Allí tuvo que reemplazar al Cnl. Trotz, su amigo y 
compañero. No hubo entonces relevo formal, Trotz dejaba su cargo a raíz de los daños 
sufridos en el atentado perpetrado en sus oficinas. Había sobrevivido milagrosamente al 
estallido de una bomba sin poder comprender lo sucedido ...... el artefacto asesino había sido 
colocado por uno de sus asistentes. 
¡Argentinos queriendo matar a otros argentinos! Campos jamás pudo entender ni aceptar esa 
realidad.
Fueron largos los años marcados por una violencia desenfrenada. Muertes, secuestros, 
bombas y mutilaciones absurdas ..... y el llanto y la tristeza de tantas madres, hijos y viudas 
señalándole de alguna manera la importancia del deber a cumplir, un deber tan distinto al 
soñado en aquellos años de bisoño cadete o Joven oficial. Una guerra que alguna vez leyera
como estudiante Militar, pero que no pudo imaginar en su país. 
La sociedad enfrentaba una guerra tan artificial como desnaturalizada. Una guerra gestada 
desde lugares y culturas tan lejanas como ajenas al corazón de la Nación. Los enemigos de la 
vida y la libertad se disponían a fundar una nueva CUBA en la Argentina ..... para lograrlo 
estaban dispuestos a cualquier cosa ..... y sobre todo era para ellos indispensable la 
destrucción del Ejército Argentino. 
Así fue que el entonces Tcnl. Campos se encontró de repente inmerso en una nueva y 
desconcertante guerra. Allí estaba Campos, de pie, sereno, venciendo temores y obstáculos; 
fiel a su País y a su Ejército; guiado por aquella la frase que reza: “cuando la Patria está en
peligro ...”
Allí está él, arremetiendo sin tibiezas, derrochando coraje, haciendo siempre lo que mejor 
puede en un campo de batalla tan absurdo como fangoso .... tragando la realidad que le toca 
en suerte con amargo dolor. 
El Tcnl. Campos cumple con el deber de evitar que se derrame más sangre de camaradas y 
ciudadanos de bien. Campos busca sofocar a tiempo a tan injusto e inapropiado adversario
... mientras entre tanto, despide cada día a sus camaradas asesinados en cruentas y 
traicioneras emboscadas urbanas. 
Recuerda Campos que pasados dos años, luego de haberse desempeñado como Subjefe de la 
Policía de la Provincia de Buenos Aires se le ordenaba ocupar la Jefatura de la Policía de 
Córdoba. ¡Qué tiempos aquellos! Otra vez su marcada ausencia en el hogar ... las amenazas 
de muerte que con frecuencia recibía su familia ........ los falsos comunicados de su asesinato 
..... sus hijos menores debiendo estar armados para intentar defender a la familia en su 
ausencia.
¡Todo era una gran locura en aquellos días!
Córdoba sumergida como pocas provincias en una intensa guerra interna, mientras él con 
infatigable temple intentaba cumplir con su misión ... obedeciendo a conciencia ..... 
defendiendo a su Nación.
De repente Campos vuelve al presente. Tiene pendiente la llamada a una nieta que ha tenido 
que irse a vivir muy lejos por razones de trabajo. Finalmente ya está hablando con ella. La 
voz de esa muchacha lo reconforta ... son los placeres que genera el ser un abuelo cercano. 
Solo el sabe cuánto la extraña.
Campos regresa de a poco de la bendita distracción generada en la anhelada comunicación 
semanal. Es por ello que el cautiverio a sus 88 años le ha pesado menos.
Campos supone con marcado realismo que nadie más que su familia recordará los sacrificios
que él ha hecho durante tantos años por su patria. El también cree que sólo su familia
continuará luchando para evitar que un Estado tan amnésico como contaminado lo condene
año tras año al cautiverio que vive. El Cnl. sabe que se trata de un juego continuo de 
perversidad, mentira y venganza. Es por ello que hace mucho tiempo que a Campos le parece 
apropiado y justo emplear la frase “en cautiverio” para referirse a su condición actual.
El Cnl. Campos intenta ahora reponerse al impacto de la realidad que vive y a los recuerdos
de aquella etapa gris de guerra y subversión.
Justo allí, en el momento más gris de esta, su 
última mañana, Campos recuerda a Viviana, su 
amada compañera .... ella ha partido hace más de 
10 años ..... el sabe que se ha ido para esperarlo 
en un cielo tan celeste como el de la bandera. Es el 
cielo de los justos, ese lugar al cual sin lugar a 
dudas ambos llegaran finalmente.
Campos reza nuevamente, son las oraciones del
medio día, y mientras lo hace piensa convencido 
que Dios no lo ha abandonado. “El nunca me 
abandonó” se dice a sí mismo ..... pero si lo han 
hecho muchos de sus sacerdotes .... ellos si lo han 
hecho.
El no admite el abandono. Es por ello que suele 
amargase profundamente cuando recuerda la lista 
de sus subordinados que hoy permanecen 
detenidos .... “Yo soy el único responsable de todo 
lo acontecido en el ámbito en el cual era Jefe y no 
mis subordinados” ha declarado el Cnl. cien veces 
ante Jueces de un ámbito de la Justicia que 
siquiera debió conocer. 
Campos nunca olvida la orden impartida al Ejercito por la Presidente Isabel Martinez de 
Perón y Luder: “aniquilar el accionar de los elementos subversivos”.
El Cnl. se angustia infinitamente cada vez que toma conciencia de la falsedad con que se 
escribió y se escribe la Historia de esos tiempos. Sabe que la escriben sus antiguos 
oponentes, o mejor dicho parte de ellos, (los que aun hoy no se han arrepentido). Son 
aquellos que habiendo sido vencidos en el campo de las armas, resultan ahora vencedores en 
el campo de la infamia.
Muchas veces Campos se imagina a sí mismo como un herido que ha quedado olvidado en el 
campo de combate. Él aún aguarda esperanzado que el Ejército al que pertenece lo defienda
en el campo de batalla legal. El desea que su Ejército busque con incansable tenacidad el 
logro de su libertad y absolución ....... porque él y Dios saben bien que solo libertad y 
absolución “será justicia”. Campos hoy no puede defenderse; sucede que le han robado de un 
solo golpe todos sus derechos al ser juzgado en un fuero diferente al que le corresponde.
Aunque lo disimule, el Cnl. siente vergüenza ajena ante la conducta de algunos Jefes de su 
querida Fuerza ... sin embargo a la Institución jamás ha dejado de quererla.
Campos respira profundo y mira por la ventana del cuarto de cautiverio hacia un cielo que 
hace tiempo le es esquivo. Él extraña la vida que le han robado ... no puede caminar por las 
calles. Él aún espera la llegada de la justicia tardía. 
Campos sigue mirando el cielo .... sigue pensando en su familia ... sigue recordando a sus 
entrañables compañeros de armas, a sus soldados y a esos nobles caballos que lo 
acompañaron durante gran parte de su vida. 
El resume su sentir en una frase que aloja en su mente y corazón: “con las ideas se vive .... 
con las convicciones se muere”.
De pronto, en un segundo irrepetible, la indómita mirada del viejo Cnl. se aquieta tornándose 
tan transparente como su alma. En ese mismo instante él siente que retumba en su pecho el
fuerte grito liberador de ¡a la carga!
El Cnl. Rodolfo Campos exhala sin pendientes ni culpas su último aliento .... es el aliento 
gigante de un soldado de 88 años; ese soldado que hoy ha muerto en cautiverio dentro del
país al que defendió un tiempo atrás con alma y vida.
Fabian Sotelo
Mayo 2.017